16 de mayo de 2011

Tus ojos, ventanas del alma

Que las sombras no te hagan dejar de ver, lo que estás cansado de sentir, que no se sublime tu alma frente a las desventuras de lo que no puede ser, porque cuando coincidan en un segundo todas las estrellas del universo, preciarás tus ojos mas que el vivir.

En un parpadeo, el fértil campo se extiende en la nada.
Las siluetas, de a cientos, emergen coloridas tal como las flores sobre las que nacen.
Y bailan.
Bailan juntas en una danza de final predicho y con ademanes circenses se arrancan los ojos entre si. No gritan, no, no tienen necesidad, porque están hipnotizadas, enfermas en su danza mientras se mueven inocentemente hacia un precipicio.
No pueden verlo, están ebrias de sonrisa.
Y caen.
De a cientos, el precipicio no tiene fin.
Silencio.
Nadie se ríe en los otros niveles y cae una fuerte lluvia a modo de gentil semblanza.
Silencio.
La melancolía se da un banquete hasta que de pronto...

La tierra tiembla.

Y emerge.

Un águila blanca, clara, límpida, brillante y luminiscente se eleva desde la oscuridad del abismo y esta, sin objeción alguna se retira en silencio.
Ella asciende hasta los otros niveles e irradia de luz hasta el mas oscuro rincón, ese que ni siquiera el sol mas brillante sería capaz...
Pero, oh! súbitamente y presa de la salvaje realidad se abren en su piel las mas dolorosas heridas.
Y se desangra.
Pierde sus plumas y su luz, y entre lágrimas y sangre cae en picada hacia un suelo que se endurece conociendo su situación.
Silencio.

El dolor trasciende mas de lo que estas palabras pueden describir.

Y ahí yace ahora, medio muerta, con una roca en su pecho, esperando.

No la dejes morir...