30 de septiembre de 2011

Hoy, realmente, me gustaría recuperar mi vos

29 de septiembre de 2011

La cofradía de la calma helada

Estoy harto.
Simple, liso y llano. Por hoy voy a abandonar esa mascara de estupideces pseudo poéticas y voy a hablar desde mi postura, desde la mía.
Es irónico el hecho de precisar catarsis en un momento así, irónico, irónico, pero bueno, es la vida misma y hay que aceptarla. O no?.
En fin, en un desesperado y continuo ultimo suspiro, se hace esta tan necesaria, que surge hoy, durante un deprimente viaje en colectivo la Cofradía de la calma helada, como antítesis, bastante tonta si se quiere, de un némesis invisible pero presente.
Tan presente como para trastornarme hoy, en este preciso instante, y tan invisible como para darme cuenta de que el contenido mismo de esto es una real estupidez, que sin embargo, veo obligada a completarse con la mayor prontitud posible.

No tengo palabras para expresarme porque, naturalmente, me resulta imposible de transcribir aquello que excede por tanto mi conocimiento y mi capacidad de predicción, o en realidad ni siquiera tanto, sino que excede simplemente mi propio limite de tolerancia de estupidez.
He violado tanto tal límite, que nuevamente me encuentro en la necesidad de dar cuenta de la idiotez que estoy haciendo ahora mismo.
Pero es tanto, francamente, hoy, el clamor que me invade, es tan pesado y grueso el manto entretejido en sentimientos que hoy me asfixia, que no puedo mas que recurrir a esta pequeña válvula de escape, a este estúpido y mudo reclamo hacia nadie, que seguramente resonará por mucho tiempo en mi cabeza.

Quizás no sea hacia nadie. No. Dirijo esta vil pantomima al universo malparido del cual soy presa.
A vos, idiota, imberbe, impoluto, insulso, imbécil, intransigente, indecible, ignorante, ignoto e impresentable ser abstracto, hijo de mi mente retorcida, con que poder te alzás por sobre mi existencia? quién te regaló la omniprescencia una y otra vez de la mano de mil presagios, que hoy como ayer me carcomen la conciencia? acaso reís divertido, mas allá de las nubes, viendo como en tierra tu mismo creador se retuerce ante las manos del monstruo que sin querer creó? ante tus manos? forro.

Y de esta forma, pecando de vulgar, vuelvo a la raíz misma de este conflicto, quién sino yo! quién sino el que les habla!

No puedo evitar citarme desde cavernas profundas, gritándole a un mercader inexistente "Quien quiera sus diamantes perderá primero sus esmeraldas!" ante lo cual, este mismo me responde "Las esmeraldas sabrán huir por su cuenta, gil" Oh! y dice tanta verdad el mercader!
Previo agradecimiento al milagro del psicoanálisis por permitirme acceder y comprender estas palabras oscuras, no dejo de maravillarme ante su genio. Porque realmente, me reflejé siete veces en los diamantes y regalé mis esmeraldas al instante, maravillado, ni siquiera tuvieron que huir.
Pero que desnudo estoy ahora sin mis esmeraldas! sin su calor en mi interior para luchar contra el frío que me invade. La vida nos regala tundras, una atrás de la otra, y a algunas sobrevivimos, pero a otras nos apagamos un poco.

Esta la estoy sobreviviendo, pero la verdad, la pura verdad es que no puedo evitar volver al principio. Estoy harto, harto del eco del silencio, harto de a mi solo me escuche yo mismo, de esta cárcel de ninguna pared, pero infinita y de esta condena inexistente, pero eterna.

Y lo peor de todo, es que esto, esto, es lo único que puedo hacer, mientras se que mas allá de los robles, se desangra. Te desangrás. Y eso, eso realmente es un puñal. Ya no quiero.

Ya no quiero componer, porque no tiene ningún propósito.
Ya no quiero pensar, porque para morir me falta tiempo.
Ya no quiero correr, porque el borde del camino es mas cómodo.
Ya no quiero que le busques significado a esto, porque no lo tiene.
Ya no quiero perder mis esmeraldas, aunque se que están muy lejos.
Ya no quiero creer, porque la fe es para pobres desgraciados.
Ya no quiero recordar, porque me gusta la felicidad.

Solo quiero cantar y escribir, y mirarme en los espejos para saber que sigo ahí, el resto, que se muera.

PD: hoy atardeció de un violeta violento y llovió, por supuesto. Igual todavía no terminó el día, de manera que aún pueden pasar cosas malas.

PD2: Acabo de leer esto, y siento que parí un monstruo, o una bestia deforme. Puaj.

PD3: Lo loco es que todavía me quedaron galaxias por decir, pero bueno, será la próxima.

26 de septiembre de 2011

El azulejo y el eterno no mirar bajo la sombra del asteroide

Sentado contra la sombra del último roble, por sobre la colina mas verde que alguna vez vió, se extiende frente a él la inmensidad de la ciudad, vibrante, llena de vida, llena de ciegos, llena de nadie.
Bajo la sombra del asteroide, que en su recorrer eterno iluminaba de manera sombría, si es que acaso podía ser mas sombría, sus ojos oscuros, él pensaba.
Los destellos huyen de los ojos oscuros, se repetía siempre hacía si, pero sin ellos vería solo su mirar, su extraordinario mirar, y mientras las praderas lloraran piedras, su equilibrio se balancearía con la misma seguridad con la que se enfrentaban por dentro la cordura y la soledad.

De pronto se rompe su divagar, para variar, cuando un azulejo de turquesa vivaz se posa en una de sus rodillas.
Una cómica mueca de sorpresa lo invade mientras intenta mover su cuerpo, endurecido por el largo tiempo de su estar.

Y el azulejo canta.
Y cómo canta!

Canta tanto que se permite volver a mirar, pero no mirar por mirar, mirar el alma, mirar el summun mismo de aquello que trasciende lo visible, mirar lo que se piensa, mirar al universo, mirar dentro y fuera de si al mismo tiempo y darse cuenta súbitamente de que sus ojos estaban abiertos.

Y en el medio de esta extraña vorágine de sentires, se permitió cantar.
Ya había cantado antes, si, y ya había tenido otras almas a quien cantar, pero... pero esta vez... quizás... no sabe.
"No se", se dice sorprendiéndose a si mismo en un irónico desenlace literario que no resta demasiado a su felicidad.
Incluso el asteroide parece deslizarse de su lugar! e incluso cree atinar a ver el sol.

"Oh ambrosía! oh impávida alegría y gozo que me invade! tanta y tal es tu gracia que hasta puedo ver, allá a lo lejos la solución! la feliz solución!" - Cantaba alegre a las nuevas nubes, que recién hoy podía ver luego de tanto tiempo.

Hasta que de pronto...
El azulejo comienza a cerrar sus ojos. Su fuerte color turquesa parece desvanecerse a un pálido azul gris, su voz se vuelve cada vez mas débil e inaudible y de pronto se deja caer.

Él grita.
Él siempre grita. Grita porque el desconocimiento se hace oir por sobre la felicidad y solo con un grito puede volver a llamarla. Pero no vuelve.

Sujeta tiernamente al azulejo entre sus manos, que ya vuelven a marchitarse y a ponerse rígidas, mientras se destiñen volviéndose también, grises, y comienza a cantarle las mas bellas melodías en un último intento por devolverle la vida. Pero no hay caso.
El azulejo aún agoniza y de pronto, sin darse cuenta, se encuentra gritándole a los cielos, ya nuevamente oscurecidos por el asteroide que volvía perezoso de su efímero exilio:

"El azulejo se me muere en las manos!"

Y se larga a llorar en silencio mientras piensa una y otra vez, para variar, como un mantra maldito, hasta que los pensamientos no entran en su cabeza y las palabras comienzan a desbordarse en un largo río que fluye hasta la ciudad muerta:

"Cuándo fue que volví a cerrar los ojos?"

2 de septiembre de 2011

Todos nos comeríamos las manos si no nos sirvieran para agitar la neblina

Un atardecer lila.
El ser se manifiesta, su sombra los sigue como puede mientras trota libre a través de los prados.
Pero un destello, a lo lejos. De pronto es cerca. Su rostro, palido y difuso por la neblina pinta una lagría profunda bajo el sol en la profundidad del valle.
Grita.

"Aqui veo, horror, a todo lo indecible, la persistencia de la sombra,
el cadaver andante de una verdad incierta, el recuerdo ausente de una fantasía perdida
en el cosmos lejano de una mente retorcida. 
Deja de esfumarte tras las hojas del tiempo, maldito.
Maldita sea tu existencia, tu vivir y respirar, porque sabés que cada latir te acerca a la muerte, y cada parpadear graba una letra mas
en la semblanza de tu eterno reposar, pero estás tan a gusto con la hiel que sangra el nogal que hasta los cantos del universo te hacen reir hasta llorar
Donde?
Donde, acaso, perdiste tus ojos imberbe y dócil cachorro?
Será que el tiempo olvido borrar los hilos de oro que te ataban vilmente a la estatua de sal?"

Y comienza a llorar mientras se come sus manos, las que, instantaneamente vuelven a crecer.
El cielo lo acompaña y deja descender una llovizna fría.
Y él jamás llorará otra vez, porque se deshizo en mil plumas al oir la lluvia contra el espejo, que de la mano gentil del viento acabaron por flotar sobre el río de sangre que corría mas adelante.

Silencio.
Las alondras que vuelan tras las montañas conocen el secreto.
Silencio. Y morir.