15 de agosto de 2012

Entrelazaba
Patrones en espiral
Infinita-mente

8 de junio de 2012

El clamor

El gran león de madera escruta el horizonte desorbitado. El clamor susurra lejos y muy cerca en la estéril estepa. Se lanza fútil hacia el oscuro fin de el todo, donde el cielo se funde con la tierra en el magro abrazo de las tempestades.
Sintió las heladas gotas en su lomo y aceleró el paso. Gruñó con el fragor de milenios, restallando su voz en un fulgor violáceo que atravesó como una densa bruma. 
De pronto y sin aviso, tal como el canto vespertino del gorrión solitario, el tiempo decide volver, y entonces, la sangre del león, como ayer, se metamorfosea en oscuras raíces que consumen su ser.
Se remonta, muerto, las últimas distancias antes de caer rendido como la roca que asfixió al águila antigua, muchos circulares atrás...
La lluvia lava indiferente (¿o no?) las temperas que lo bañaban. Las hace fluir de nuevo a la tierra, como un veteado colorido, que desgarra en la tierra, por un instante, un paisaje mejor, antes de mezclarse con el lodo primordial, otra vez.

Qué tan atrás esperan las siluetas que nunca duermen? 
La realidad es una serpiente que se muerde la cola.

26 de mayo de 2012

Espiral

La noche me sorprende en la vigilia, mirando al afuera.
Caí en la cuenta de que no había estado durante todo el día, y que allí, ahora, era.
El horizonte se proyecta semidifuso en la penumbra estelar, que acaricia dulcemente la tierra.
No estaba, pero en lo profundo de lo abisal, sentí como me seguía. No puedo explicarlo.
Un escalofrío recorre mi espalda, como ayer.
Como ayer.
De pronto, en la lejanía, un punto. Un punto blanco, nacarado o bien, de marfil, que fulgura como anacrónico, como una estrella, despierta.
Se aleja, dejando una estela pálida y a la vez tangible, y se acerca. Noté que describía una elipse mientras se elevaba.
Minutos después, una espiral gigante, y a la vez, diminuta, se erigía lentamente en la distancia.
Aparentemente, solo yo la veo, porque naturalmente, soy el único que está.
La luna la bañaba, dócil, con su luz, y le daba una apariencia frágil y hermosa.
La brisa sopla con mas frío de repente.
Nos acostumbramos a pensar que las sombras que intermiten son menos peligrosas, y olvidamos que igualmente, son sombras.
No recuerdo el ruido, pero recuerdo el silencio. Túneles dentro de túneles que no llegan a ningún lugar, las luces del afuera no parpadean.
Una lágrima diluía la opacidad de su mirada que, indiscreta, se ocultaba entre sacos y carteras.
De pronto no hay nadie, o es que todos decidieron partir al unísono?
El cielo, aún nocturno, parece oscurecerse mas.
La lluvia helada me recuerda la espiral. La espiral.
Como de azúcar, como aire, como en realidad, la nada, la espiral se deshace al tocar la lluvia. Se desintegra y se metamorfosea en un líquido grisáceo que la tierra devora impotente.

Cuándo?
Cuándo nos caímos tan irremediablemente de la espiral?
Acaso no te ha recirculado el saber, de cuándo habríamos oído tintinear los diamantes de espuma?
De cuándo podríamos haberlos, por ventura, escuchar, para aletargar el tiempo en una eterna luz algún día gris, allí donde el gris es de adoquines?

Tropecé hacia atrás obnubilado, y ya en el suelo, mientras una lágrima surcaba fugaz mi rostro, el viento susurró a mi oído:

- "Algunos caminos se circulan solo una vez,
solo una vez,
porque después son
serpientes"

Y me deje morir, ensoñado de ayeres.


15 de marzo de 2012

Seis aves

Soplaba un viento vírgen y el crepúsculo vestía sus mejores galas.
Su cabello oscuro, como el ébano, flameaba grácil en la brisa que susurraba embrujos desconocidos e invitaba a oír en calma.
De pronto, con la austeridad del azar, tornóse el cielo gris y la brisa en vil temporal, mientras toda ella me echaba una mirada de cordura incierta, inocente, plena en el insaber del terror que sorpresivamente se retorcía detrás de mis ojos.
De a poco, pero con la persistencia de la senda elegida, se deshizo frente a mi.
Primero sus manos, otrora suaves y dulces, escurrían sobre la mesa, luego sus ojos, hace segundos circulados en la eternidad del todo, se humedecieron una vez mientras se ensombrecían lentamente al mezclarse con su cabello, que fluía de pronto como un lodo primordial sobre sus hombros.

Respiré, y ya no estaba.

Y allí estaba yo, suspendido en silencio. La noche ya poblaba el cielo y la luna ascendió tímida hasta llegar al cénit mientras la seguía con la mirada distante, y una lagría se dibujaba en mi rostro tan profunda  como la avenida que se proyectaba hacia el infinito a mi izquierda.
Vi entonces seis aves volar en formación surcando la bóveda nocturna hasta pasar frente a la inerte luna, que acto seguido, emitiendo un chasquido como el de un cristal al caer, se deformo en un signo incompresible que me llenó de angustia mientras, en un parpadeo, se pulverizó en una arena brillante que huyó con el viento.

Por qué?

23 de febrero de 2012

De la inexistencia

Entre los indómitos pasajes del saber despensado, hay un ánima libre.
Oculta entre ventiscas de inexistencias varias, se revuelve curiosamente grácil, esquivando con tenues movimientos las mas tristes mareas de bruma.
Se dibuja entonces una silueta a lo lejos para quien observa, a la que se puede ver danzar sobre un suelo que no es suelo, y flotar sobre un aire que no es aire.

Conmovido me estrellé contra paredes sesgadas de rabia, y con agua escribí un nombre que no existe solo para estar seguro de que no está.

17 de enero de 2012

Surrealia I

Caí de pronto en la cuenta de que estaba respirando, y ya no hubo vuelta atrás.
Volteé ligera y perezosamente hacia los lados, buscando un punto conocido y no lo encontré, tal como esperaba. Siluetas con las manos calientes, huían del ojo normal, pero yo podía verlos, como sombras, mirando en silencio a aquel que reía en su lugar. Hipócritas.
Entonces la sentí en mi pecho. Una pena tan profunda como el universo, si fuera este un cuenco, me atravesó. Puñales etéreos pensé, mientras agitaba estúpidamente la cabeza para tratar de alejar el dolor.
Mis manos, hasta entonces bañadas por la tenue luz de luna que se filtraba por una de las diminutas ventanas, sujetaron mi cabeza antes de que yo quisiera hacerlo. Irónico, pensé. Un reflejo de dolor, una reacción automática a la angustia. La costumbre habrá calado caminos profundos en mi.
Entonces uno de ellos se acerca, quizás posé mi mirada por mas tiempo del que debía, por mas tiempo del que aquel saco de penas toleraba. Un escalofrío corre veloz por mi espalda. Pero ya no importa demasiado, puedo verlo en sus ojos, la vacuidad de su ser, es un cauce sin río, un junco marchito, una lágrima sin sal.
Quizás lo recompensen con unas risas mas tarde, hasta el amanecer, o quizás no, sin embargo sus vidriosos ojos esconden una verdad mas profunda; ambos sabemos que el sol seguirá muriendo día tras día y aún así no hacemos nada para cambiarlo. Pero a él no le cuesta nada intentarlo, tácitamente brindo por eso cuando intercambiamos fugaces miradas.
Y me golpea. Un golpe seco, como un sordo relámpago de tormenta. Y caigo de mi silla una vez mas.
La puerta se me hizo tan transparente, y mientras el dolor punzaba en mis labios busqué sangre con mis dedos y solo hallé ceniza.
Afligido, caminé por días.
Un gélido viento atravesó mis piernas y desperté. Un desierto congelado.
Cansado tras infinitos pasos, me derrumbé sobre una suerte de hierba tosca y dura cubierta de nieve mientras el viento me helaba el alma.
El cielo estrellado me reconfortó, y tras días de lagría profunda, una leve sonrisa se dibujó en mi rostro mientras pienso lo lejos que estoy de casa.
Alucino, o no. Las constelaciones se agrupan velozmente ante mis ojos imperturbables y se organizan a la perfección. La Gran Osa ha despertado.
Desciende de la gran bóveda pisando estrellas, atravesando la aurora violácea que soplaban allá arriba en los cielos hasta detenerse frente a mi. No asustado, pero si conmovido, me cierno frente a su magnificencia cósmica arrodillándome con reverencia. Y entonces dijo:

- La pena que te carcome, no se lava con las aguas mundanas, bebe mi elixir, pues es puro y te hará olvidar.- Dijo, mientras descubría un cuenco brillante lleno de un liquido claro.
Temí y pregunté.- Es este el único camino, oh gran Osa de las estrellas?
- Es el único que podrás andar.- Respondió solemne

La miré a los ojos, oscuros y profundos y lo bebí sin mediar pensamiento.

Tomé un trago y olvide el frío.
Tomé otro trago y olvide mi cuerpo.
Tomé otro trago y olvidé mi nombre, a la osa y a mi ser.

Flotando entonces solo como conciencia ingrávida recorrí los cielos y vi a todas las personas pero ninguna me vio a mi. Luego fui mas allá y atravesé el firmamento, surcando el espacio hasta llegar a una luna lejana que me resultó agradable.
Sentado en su monte mas alto, fui testigo de un atardecer imposible, con siete soles llevando una danza eterna hacía el ocaso, cayendo sobre el horizonte mientras bañaban todo lo visible con un azul tornasolado.
Y lo sentí. En mi centro, al principio pensé que era una simple incomodidad y me agite de un lado al otro para ahuyentarla, pero entonces se hizo mas punzante hasta convertirse en un dolor insoportable. PUÑALES... puñales etéreos, atravesándome... atravesando todo mi... mi CUERPO!

Instantáneamente desperté en el suelo del bar. Aquel tipo seguía ahí, con una mueca de desdén en su rostro.
Me levanté iracundo y salí por la puerta. Me arrodille sobre el pavimento recién embebido por el rocío de la madrugada e insulté a las estrellas.

Una estatua de sal a mi izquierda no oye mis lamentos, y la multitud a mi derecha respira temores demasiado reales, quizás este sea el camino, temo.