20 de febrero de 2011

El idiota

El idiota ve al idiota

A lo lejos distingue una estatua.
Se acerca.
Imponente, frágil y compleja se alza majestuosa y solitaria en el vacío casi eterno de las praderas de la compañía.
El idiota la cuida, la abraza, la arrulla, la protege de la oscuridad, enciende lunas para que no tema y aleja la miedo para traer felicidad.
Luego espera y llora. Llora por el silencio que brota de sus labios muertos en un caudal invisible sin que él pueda hacer nada para detenerlo.
Llora porque quiere creer que ese silencio es temporal, mas en su interior sabe que será eterno.
Mas tarde, cuando la tristeza se hace tan densa que se vuelve maleable, el idiota junta toda la que puede y forma con ella una larga y fina púa que se clavara en el corazón.

~

El idiota llena sus manos del polvo de la esperanza y se lo restriega en los ojos hasta que la calma reemplaza al malestar, y cuando la realidad se distorsiona tanto que queda reconocible solo para sus mas profundos sueños, aparece.
El colibrí, invisible para cualquier ojo, invisible para cualquier lógica e invisible para cualquier realidad. Con el brillo de un sol agonizante le señala el camino a la perdición, y aunque sea desde lejos, el idiota lo sigue desde que lo vio nacer.
Solo se detiene cuando siente irse el polvo y llegar detrás el dolor, un dolor que trasciende lo físico, un dolor tan profundo que pasa sin obstáculos de los ojos al alma y del alma al corazón desgarrándolo casi hasta la muerte y dejándole dos caminos para elegir: dejar escapar al colibrí de una vez o sufrir eternamente persiguiendo lo inalcanzable mientras sus ojos continúen cargados de esperanza.

~

El idiota enciende las velas de la posibilidad con su mente y se queda, feliz, observando su brillo durante horas y horas, obnubilado por las formas que interpretan para él las llamas, encantado en un trance sin fin mientras escucha los sonidos que le regala el fuego, que a veces, a momentos... parece susurrarle algo...
Realidades irreales, fantasías exuberantes y milagros imposibles que no tienen lugar en este mundo, pero sin embargo, el idiota se queda sentado observando al tiempo que deja bailar las ideas en su mente sin control.
Pasa un rato y lo siente llegar, el clímax, la danza se vuelve mas frenética, las ideas se entrelazan entre si y se elevan a kilómetros del suelo, el mensaje se hace mas claro... dice...

Y ahí llega ella.

La realidad. Caminando con paso firme y aprovechando para derrumbar de un soplido todo lo que vea a si paso, se acerca al idiota y, horrorizada ante tal tergiversado y deforme espectaculo, apaga las velas con la mirada e iracunda lo inmoviliza con una mano, mientras con la otra rasguña profundamente su cerebro al tiempo que grita con toda su real presencia:

- NADA HAY DONDE NADA NUNCA HUBO, IDIOTA

Y cuando el idiota no puede tolerarlo mas y cae en un sueño profundo, la realidad alcanza a ver, antes de irse, como se eleva desde su cuerpo para luego evaporarse en el aire, un pedacito de su alma.

Poco después el idiota despierta.
Siente un hueco, un vacío en su interior, una desazón tan densa y pesada que lo obliga a llorar.
De pronto ve las velas apagadas y se apresura a encenderlas porque quizás, quizás esta vez, algún susurro se convierta en realidad...

~

Un parpadeo.
Una lágrima.
El idiota se la limpia rápidamente mientras intenta acallar las voces en su cabeza.
Se levanta y aparta la vista del espejo.
Se cuestiona, piensa, teme, jura y...

Un zumbido, se voltea

- Qué? Qué fue eso? - corre lejos del espejo y de todo pensamiento.

- Acaso oigo un colibrí...?

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