20 de octubre de 2011

La hierba, la paloma y la flor mendiga

Previo a la lapidación, las fantasías del delirante:

Nuevo día entre los días.
El amanecer vuelca su luz en las calles de la ciudad, sin nubes frente si.
De entre las grietas del cemento, la hierba y la flor asoman sus tallos para beber del rayo iridiscente del alba.
Ciegas de ver, el fulgor del sol es su respirar, y así, entre los pasos de mil siluetas, escondidas en la intrascendencia, resalta el universo su color.

Vientos!

La repentina ráfaga de azar sopla con la pureza del inconexo, mientras tras su respirar se encontraba, la boca de la aurora. Acercáronse entonces, la hierba y la flor al aullar la voluntad del cielo.
El gozar, como luminaria entre cimientos, surge al saber que tras de si, con la proximidad de un respiro, estaba ahí.
De pronto, eclipse.
El viento cesa y con el la luz.
Una paloma, simple y conocida, se posea entre la brisa y sus ser.

Temor?

Picotea vilmente entonces, el tallo de la flor, truncando una vida ya medio truncada y arrancando tal y como arranca el otoño de los árboles las hojas, su partida esencia. Y vuela lejos, tan lejos hasta como para desoir, los pensamientos.
Temor, ira (oh ironía!) y ardor sangran sus hojas
Se la ha llevado lejos, a su nido, donde será por siempre princesa y mendiga, rogándole eternamente al infinito el rocío que abrió su corazón (aún mas ironía!).

Mientras tanto, en la distancia, iracunda la hierba rompe el cemento a su alrededor, abriendo la hendija en la cual tropieza, torpe, la felicidad, que empuja tras de si a la razón.
Con la noche ya no florece mas en las grietas, pues las lluvias inundaron los abismos, y ya nada crecerá. (Hasta el nuevo sol!)

Y yo mientras, sentado en el bar de en frente miro la escena de principio a fin, y al culminar grito al cielo: - La puta madre! te odio tanto! -

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